Acostumbrado a vivir entre gente abierta y sinceramente; sin tabúes que lastran los deseos de la vida, bajo un sol de castigo donde las gotas de sudor se entrelazan en cada mano, en cada beso, en cada abrazo: Estoy aquí, en tierra de ninguno, en medio de fronteras que la mano del HOMBRE ha puesto por capricho o intereses mezquinos. Agotado de decir a cada paso un "buenos días" si es de día, o unas "buenas tardes" si vamos de tarde o unas "buenas noches" si nos vamos o venimos por mis calles oscuras pero alegres, por mis barrios llenos de basuras pero limpia la gente, el silencio ahora camina junto a mi, como mi sombra en estas tristes calles donde sólo se iluminan cuando la tradición llama a cada puerta o cuando sale el sol, no tan de castigo como el mío, pero si intenso y de tan corta duración. Conocido mío, y no digo amigo, pues de mi vida sabes tan poco como yo de la tuya, escasamente lo que se rumorea entre los otros, los también conocidos: ¿Qué es de tu vida? ¿Acaso solo la engalanas con sorbos de alcohol o de cualquier humo que aspiras entre escasos monosílabos o gestos de complicidad cuando nos encontramos por azahar o por agenda de temporada? ¿Sabes una cosa? A mi también me gusta que me mimes, que me cuentes tus problemas, que escuches los míos, que me preguntes como estoy o si necesito algo…. Pero ya veo las tantas limitaciones con que os enfrentáis en la vida, con los tantos miedos que os han inculcado y los tanto prejuicios con que vivís. ¡Que pena! No sabemos cuando dejaremos de estar en esta tierra que nos tocó por espacio común. Lo que si sé Conocido mío, es que trataré de irme por otros caminos donde la gente al encontrarse, además de una sonrisa que en ocasiones te da porque toca dártela, te dé un abrazo y un beso en la mejilla y te invite a que le acompañes, a que compartas su espacio eterno sin prohibiciones o al que dirán…De todos modos, gracias por conocerte Conocido mío, a veces es necesario saber que existes para saber también que existe el otro, el Amigo, el que siempre está a tu lado, en lo bueno o en lo malo. Hasta pronto. Uno que intentó ser tu amigo pero que se quedó a mitad del camino y que casi logra ser hasta tu Conocido. |
miércoles, 6 de octubre de 2010
CARTA A LOS CONOCIDOS Y AMIGOS, SI LOS HUBIERA
COMO TE IBA DICIENDO
Me gustaría decirte que hay muchas cosas que te he dicho y quizá las he dicho tan rápida que se me han pasado otras o no he abierto bien la puerta de las ideas que quiero expresarte. Soy así, no lo puedo evitar. Te escribo en la medida que mis ideas se van conformando en la mente y el proceso es demasiado rápido, violento, agresivo conmigo mismo. Sin embargo, una parte de mi es consciente de cómo lo hago y quizá quiera hacerlo de esta manera. Me gusta, que reflexiones con lo que trato de decirte, que te atropellen mis ideas unas y otras, de aquí para allá, porque creo que es la única manera que tengo para que nunca hagas esa siesta que comienzan una tarde y nunca termina.
Me gustaría decirte que cuando era un poco más joven, mas bien cuando salí de la adolescencia y entre súbitamente en una adultez que aun no me correspondía cayeron en mis manos los primeros libros que hoy es casi impensable que leyeran muchachos de la edad que yo tenía entonces. Quizá no lo leerán nunca aunque sepan o crean saber de que va el asunto. Libros, algunos densos o como se diría en mi tierra "bloques germánicos", otros dulces que se te corrían de la mano, se escapaban página a página y los perseguías para que no acabasen. Libros que al lado de la persona querida se hacían mas entrañables, mas tuyos. Entre esos libros y no por densos encontré algunos que fueron abriéndome las puertas de la vida, puertas que no sabia como se abrían. Entre esos libros también encontré la duda, la oposición a una vida que llevaba con una parsimoniosa tranquilidad y costumbre. Uno de esos libros "Los hijos de Sánchez", del antropólogo y sociólogo norteamericano Oscar Lewis me despertó de aquel letargo en que me hallaba o más bien, del acomodo de la siesta que pensaba hacer y que nunca comencé.
Me gustaría decirte que en el país que crecí ese libro en particular fue vetado porque del autor se dijo que pertenecía a la CIA. Los hijos de Sánchez trataba de la vida de una familia mexicana, pobre, paupérrima y que desde el punto de vista del autor sólo alentaba al lector a luchar contra esa miseria, contra los gobiernos que propician que familias como esa estuvieran en esa situación. Pero la mayoría de mi gente no pudo leerlo porque el autor era de la CIA y la CIA, en el país en que nací, es considerada como Satanás, el Monstruo, el Mal pero Los hijos de Sánchez hablaba de lo contrario como otros de sus títulos: La vida: una familia puertorriqueña en una cultura de pobreza, Una muerte en la familia Sánchez, Antropología de la Pobreza, Cuatro mujeres viviendo la revolución, etc. Pero el autor como se dijo que era miembro de la CIA su obra no se conoció en el país que me crie y la gente no la llegó a conocer, no lo leyeron y simplemente creyeron eso: que era un agente de la CIA.
Me gustaría decirte algo sobre la censura en un país como en el que me crié pero sería reiterarte lo mismo que tú sufriste en el tuyo. Donde existe censura es porque la verdad está escondida y no dejan que salga a la luz. ¿Quiénes? Son tantos amigo mío que la lista sería interminable pero miremos atrás, algunos años: Nuestra querida y siempre bien ponderada Iglesia Católica (Apostólica y Romana). ¿Cuánto ha hecho y deshecho en nombre de Dios y continúa haciendo y deshaciendo? ¿Te acuerdas de cuando la Inquisición quemaba libros y hasta personas en nombre de ese Dios? ¡Pobre Copérnico y tantos otros! Pero era la censura. La ocultación de la verdad. El encarcelamiento de las ideas y de las palabras. El corredor de la muerte del pensamiento.
Me gustaría decirte sobre este tema mucho más pero no recuerdo. La censura me ha hecho olvidar hasta esos sentimientos. Me gustaría decirte que no pasa un día en que no me censuren por algo o hasta que me juzguen por algo. Y me vienen recuerdos de cuando estudiaba en la Universidad los días de exámenes, sobre todo aquellos exámenes ante tribunales que se hacían oralmente. Nos pasábamos días y días estudiando la materia, respondiendo las decenas y decenas de preguntas que contenían los temarios y de pronto, sentados en aquellas aulas magnificas por su arquitectura neoclásica, el secretario del Tribunal nos alcanzaba a cada uno el tema que debíamos defender ante el resto del Tribunal Examinador. Qué responder ante la pregunta: DEFINA, SEGUN LA TEORIA MARXISTA, LA CATEGORIA TIEMPO (o ESPACIO o CAUSA o EFECTO o cualquiera de ellas). Teníamos pocas opciones pues Marx lo que escribió, lo escribió él y la crítica a la teoría marxista no entraba dentro de nuestros temarios, aun cuando del TIEMPO se tratara, por lo que la única respuesta valida era aquella que había escrito Marx en su momento, incapaz de ser rectificada años mas tarde pues el dogma es dogma y lo demás es bobería. Prácticamente había que recitar la respuesta pues un poco más allá o un poco más acá pudiera haber sido interpretado como injuria a la teoría en cuestión. Y comparando aquellos momentos con los de ahora ¿Existe alguna diferencia, incluso acá en este país europeo en el que vivimos, si tuviéramos que defender alguna oposición para alcanzar algún puesto de trabajo al responder preguntas que se refieran a la Constitución Española, o las leyes en su totalidad, por ejemplo? ¿Tuviéramos algún margen de crítica sobre las mismas? Es seguro que si la dijéramos nos suspenderían pues la libertad de pensamiento amigo mío en cualquier lugar de este mundo esta vetada.
Me gustaría decirte que a veces pienso que la censura es como las matemáticas, donde hasta ahora uno más uno son dos y lo que se diga o se trate de demostrar como contrario seria falacia. Cuando un gobierno, grupo, empresa, mancomunidad o lo que sea se ha estructurado de una forma particular dependiendo de los intereses de las personas que conforman cada conjunto habrá censura tanto interna como hacia el exterior. Nadie con dos dedos de frente en un grupo que apoye a los ecologistas tratará de desarrollar la vía comunicativa de que lo mas importante para el hombre moderno son las bolsas plásticas – aun cuando sirvan para mucho, pues estaría contra los propios intereses y principios de los individuos que conforman ese grupo, aunque también es muy probable que esos mismos hombre cuando hacen sus compras en los mercados obtengan esas bolsas y las reutilicen igual que tú o yo que no pertenecemos a ningún grupo ecologista. Y aunque parezca contradictorio, también eso es censura, pues no todos los hombres somos clones de alguien. Necesitamos en algún momento manifestar algunas de nuestras emociones como por ejemplo preservar la naturaleza pero en otros momentos tirar un papel en la calle y eso no es ir contra la naturaleza. Es sencillamente un acto incívico, conjurado por leyes cívicas que los hombres cívicos e incívicos proyectan y aprueban.
Me gustaría decirte que tienes razón en muchas cosas pero también me atrevería a decirte que hay mucha pasión refrenada que te hace llegar a esas reflexiones. Pasión que a veces se une a la impotencia de ver y no poder hacer o a la propia indulgencia que va creando este status en que nos hallamos todos. Status de dejadez, de inflexiones, antireflexiones, contradicciones y hastío. Pero debemos hacer algo, ¿no crees? ¿Nos permitirá nuestra buena amiga Dña. Democracia romper algún tabú de los que nos imponen? ¿Podremos entablar una dialogo entre Dña. Democracia y su consejera Dña. Censura? ¿Acaso no están un poco emparentadas y se tapan la una a la otra? ¿Qué creerá de todo esto la muy estimadísima Sra. Dialéctica, con su cuerpo redondo que no permite otra figura en su entorno a pesar de su benevolencia crítica?
Me gustaría seguir diciéndote algunas cosas que se me quedan en el "tintero", pero más adelante te las iré diciendo, poco a poco. Porque qui va piano va lontano.
viernes, 1 de octubre de 2010
MI GENERACIÓN PERDIDA
Siempre pensé que fuimos una generación pérdida para nuestra época. Los que nacimos en los ’50 y principios de los ’60 dimos al traste con muchos prejuicios conque hasta entonces convivíamos. Rompimos esquemas, nos lanzamos de cabeza a lo desconocido y “prohibido”, disfrutamos al máximo lo poco que nos daba la vida en ese momento y lo mucho que le sacamos a ella sin agotarla. Nos tildaron de todo: desde hippies, contrarrevolucionarios hasta enfermos mentales. Nos miraban con odio, rencor tal vez. Pero seguíamos estando. Diciendo y cuestionando todo. Fuimos sobre todas las cosas una gente extremadamente romántica. Amante de la vida y de nuestro entorno.
Crecimos y nos hicimos hombres y mujeres en medio de una sociedad que nos era hostil pero la seguíamos sin miramientos y con conciencia. Eso no lo entendían los otros. Los que nos criticaron siempre. Nos encontrábamos un día marchando bajo un sol de justicia por las calles de nuestra Habana y gritando a los yankees – como si nos oyeran desde nuestro Malecón, insultos que nos decían al oído a través de altoparlantes instalados a lo largo de toda la avenida costera. Y reíamos y éramos felices cuando no teníamos ni que ponernos de ropa interior y disfrutábamos aun más de la vida cuando le cogíamos a nuestros padres las camisas de trabajo que para nosotros era la mejor prenda para salir a una fiesta y las muchachas las bordaban en las espaldas, le colocaban rosas, nombres de amores imposibles y bailábamos al son que nos daba nuestra propia música.
Fuimos felices aún teniendo que escuchar clandestinamente a los grupos musicales del momento. Nos pasábamos las placas (vinilos) hechos en casa de alguien, que con toda la infidelidad posible nos parecía que estuviéramos junto a ellos, sentados en cualquier concierto disfrutando de aquel momento. Y nos sabíamos las letras de todas las canciones. Y los otros no lo entendían. Nunca lo entendieron.
Hoy, cuando el más pequeño quizá roce los 55 años, vamos encontrándonos poco a poco a través de las redes sociales que tenemos a nuestra disposición y nos preguntamos, me pregunto: ¿Por qué habremos dejado pasar tanto tiempo? ¿Por qué nos castigamos tanto si al final todos estamos en otro lugar, bajo otras sombras, reencontrándonos poco a poco, con caras ajadas por el paso del tiempo recreadas a través de las webcam, por la falta de cremas cuando tuvimos que usarla, con las comisuras de los labios mostrando el tiempo que se nos escapó y que no volverá?
Pero seguimos siendo felices. Porque aquello por lo cual pasamos fue nuestra experiencia de vida y muy pocos han tenido esa suerte, a pesar de. Supimos la escasez en carne propia. No la escasez de la guerra: esa es otra. La escasez de la vida, la falta de poder abrazarnos en medio de la calle y darnos un beso sin que alguien nos dijera maricón o lesbiana. La escasez de poder olernos y sentir que también necesitamos de esas pequeñas cosas que da la vida como leer un libro en la orilla del mar sin que ningún policía venga a decirte que hasta las 8 de la noche puedes estar ahí o de lo contrario te llevaría a la estación. La escasez de la vida de ver caer el sol en una tarde cualquiera y tomarte un simple refresco, cogido de la mano o abrazado del ser que amas….
Hoy, a mis sesenta y…me apena la gente que esperamos caer al maná del cielo y nunca lo vimos. Me apena la gente que como yo quisimos un día apagar la farola de nuestro Morro aduciendo a un cambio en el sistema y hemos visto aun más como se desgaja nuestra cuna día a día. Pero seguimos, estemos donde estemos: FELICES. Felices de haber nacido y de ser quienes somos. Felices porque la felicidad se crea, se construye y nosotros lo hicimos. Por eso muchos de nosotros estamos ahora en cualquier punto de nuestro planeta, llevando la alegría de siempre por dentro y por fuera. Hago oídos sordos de lo que puedan decir sobre la política. Eso es parte del rencor inculcado y por alguna vía han de canalizarlo. Comparto la alegría de ellos, de mí, de todos aquellos cuando nos llaman cubanos, porque señores, aun viviendo en Egipto y alquilando camellos, se sigue siendo cubano. Aun siendo grandes actores de Hollywood, lo cubano sale a flor de piel y sino que se lo pregunten a Andy García, o a dos de otras generaciones anteriores que ya no están con nosotros: Celia Cruz, o al que fue el creador del mambo: Pérez Prado, y no sigo, pues la lista sería larga.
Creo que esta generación pérdida a la cual pertenezco sólo ha hecho extender su territorio por la superficie terrestre llevando sus ganas de vivir, su tenacidad por la vida y las ganas de hacer algo más que simplemente respirar. Ser felices.
A todos los amigos que tuve cerca del Malecón y que pensé que no volvería a ver o saber más mi mejor abrazo y un beso bien grande: María de la Caridad, Roberto, Henry, Osvaldo, René y Renecito, Alicia –indiscutiblemente y todos aquellos que me dieron un sorbo de vida cuando la necesité y estaban ahí. Los otros, los que aún pueden ver caer la tarde sentados mirando el mar y tarareando alguna que otra canción de espaldas al Nacional, sé que están y estarán siempre.
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